Hoy vamos a entrevistar a un saxofonista de Madrid que es profesor en el CPM de Amaniel (Madrid) y miembro de las primeras generaciones que estudiaron con Manuel Miján que extendieron las enseñanzas de Jean Marie Londeix a nuestro país.
Un músico que ha trabajado en la Banda Sinfónica Municipal de Madrid y colaborado con la ONE y Orquesta y coros de la RTVE.
Hoy, SaxRules.com con Ángel Luís de la Rosa.
SaxRules: Háblanos de tus inicios en el saxofón.
A. L: Puedo decir que la música vino a buscarme al colegio. Tuve la fortuna de que Manuel Rodríguez Sales, un músico valenciano que cambió su residencia a Leganés por haber aprobado la oposición a suboficial músico en el Ejército e inmediatamente después a la Banda Sinfónica Municipal de Madrid, se ofreciera al centro donde yo estudiaba 2º de EGB para dar clases de música gratuitamente después de nuestro horario escolar. Algún tipo de suerte me iluminó para sentirme atraído por esa propuesta, teniendo en cuenta que para ello debía permanecer un buen rato más en el cole.
Ese fue el germen de la primera escuela municipal de música de Leganés, de la que mi grupo de amigos junto a nuestro querido profesor, fuimos pioneros fundadores. En esa época el nuevo edificio se convirtió para nosotros en una especie de sede lúdico musical en la que pasábamos todas las santas tardes de lunes a viernes. Allí dábamos nuestras clases, estudiábamos nuestros instrumentos y en los descansos aprovechábamos para inventarnos todo tipo de juegos, tanto dentro como fuera de las instalaciones. Otros tiempos, con sus ventajas e inconvenientes.
A Manuel Rodríguez Sales le agradezco y le agradeceré siempre, allí donde esté, su paciencia, su perseverancia y su sabiduría autodidacta para enseñar, para engancharnos a la música. Recuerdo gratamente muchas cosas de esa etapa, pero me quedó especialmente grabado cuando nos premiaba por haber hecho una buena clase llevándonos en su coche a los conciertos nocturnos que por aquel entonces realizaba la BSMM en el Parque del Retiro de Madrid. Escuchando sentados en el césped, la música en la oscuridad nos transmitía sensaciones maravillosas. También terminé entendiendo con el paso del tiempo los beneficios de ese empeño suyo en que reprodujéramos de la manera más musical, precisa y desenvuelta posible aquellos complicados ejercicios rítmico melódicos que escribía en la pizarra; en que leyéramos en prácticamente todas las claves de arriba abajo y en dirección inversa, o en hacernos dictados musicales cada dos por tres, en que practicáramos mucho a primera vista o entonáramos y cantáramos en el coro como si fuéramos a vivir del canto. Me quedó claro que lo que pretendía era que en el futuro no viviéramos del cuento.
SaxRules: Balance de tus estudios en el RCSM de Madrid con Manuel Miján.
A. L: Con Manuel Miján hice buena parte del Grado Medio de entonces y el Superior. Siento que en ese momento fue determinante. El hecho de que fuera de los primeros saxofonistas españoles que atravesó nuestras fronteras para nutrirse del saxofón europeo después de décadas de incomunicación, y de la mano del ilustre J. M. Londeix, supuso para los alumnos de esa generación una serie de beneficios que no podíamos ni imaginar. Tuvimos enlace directo con una cultura del saxofón “clásico” puntera en el mundo, que en aquel momento estaba a años luz de nosotros en todas sus manifestaciones teórico prácticas. La culminación de todo ello fue cuando un grupo de doce saxofonistas (entre ellos Miján, que hizo de mediador), conseguimos con otros tantos compañeros oyentes que el propio Londeix viniera a darnos clase al Conservatorio Amaniel un fin de semana completo al mes (muchas horas de sábado y domingo porque hacía clases individuales y también atendía el ensemble y a veces cuarteto). Este proyecto consiguió sostenerse durante seis años y fue un hito en nuestro país que posteriormente se realizó en otras comunidades autónomas.
Creo que esto fue la piedra angular de la enorme transformación que ha vivido el saxofón en España y que ha continuado en las generaciones actuales con un tejido de jóvenes saxofonistas de una altísima formación musical y cultural (muchos con evidente vocación por la enseñanza) que se han impregnado de un surtido abanico de experiencias formativas en el ámbito europeo, y diría que intercontinental, que están elevando las expectativas de desarrollo del instrumento en nuestro país de manera notable.
A Miján le estoy agradecido por lo comentado anteriormente y también porque en el plano personal como alumno, además de exigencia, siempre sentí su confianza y apoyo, y me permitió muchas experiencias musicales que han sido fundamentales en mi formación. Posteriormente, incluso en nuestros acalorados debates en materia musical y extramusical en los que ambos manifestábamos argumentos, a veces, radicalmente opuestos, he sentido tolerancia, aunque en muchas ocasiones no llegáramos a ningún entendimiento. Me atrevo a añadir que aplicar esto con alumnos adultos de un buen nivel de formación y con conciencia del rol que desempeña cada uno es muy enriquecedor.
SaxRules: ¿Cómo fue tu experiencia con la Banda Sinfónica Municipal de Madrid?
A. L: Es fácil imaginar que después de esas experiencias de la infancia en las que la BSMM fue un imán tan actractivo y difícil de describir, con el transcurrir de los años, ingresar en ella se convirtiera en un sueño y después, en un objetivo prioritario. Qué voy a decir de cuando me encontré allí compartiendo esa especial atmósfera sonora entre mis profesores y con otros instrumentistas de una calidad altamente estimulante. He de decir también que en esa época se apreciaba un orden jerárquico entre los componentes que imponía mucho al principio hasta que te acostumbrabas y te iban conociendo, pero pude apreciar de cerca y con otra conciencia lo que podían abarcar a nivel acústico y expresivo muchos de esos instrumentos en manos de tan excelentes intérpretes. Igualmente comprobamos, desde una situación privilegiada, la diferencia abismal entre unos directores y otros. Por allí pasaron numerosos directores invitados; algunos podían ser una enorme fuente de aprendizaje y los menos afortunados también lo eran… pero en sentido contrario. En esa primera etapa se dio la especial circunstancia de que los miembros originarios del cuarteto Orpheus, Manuel Miján, Rogelio Gil, Julio Martínez y un servidor coincidimos en esta agrupación por lo que la ventaja de poder ensayar prácticamente a diario proporcionó interesantes aportaciones al grupo.
El tiempo permitió tomar conciencia de que no hay instituciones perfectas, y no por ello voy a menospreciar en absoluto la experiencia y los valores que recibí en mis diez años de permanencia. Finalmente, la aparición en esa época de la Ley de Incompatibilidades determinó que debía elegir y opté por la docencia en el conservatorio.
SaxRules: Perteneciste al cuarteto de saxofones Orpheus junto a Manuel Miján, Rogelio Gil y Julio Martínez. Háblanos de la experiencia.
A. L: Me voy a permitir recordar que con estos compañeros que nombras constituimos anteriormente el Cuarteto Español de Saxofones, pero, por razones de marketing comercial de la época, nos aconsejaron un cambio y decidimos asumir el nombre de Orpheus.
Después de que los formidables músicos y compañeros Rogelio Gil (tenor) y Julio Martínez (barítono) marcharan por motivos de trabajo a Granada y Valencia, respectivamente. Jesús J. Librado y Vicente Toldos asumieron los papeles de barítono y tenor hasta el final del periplo del grupo. Andrés Gomis amablemente aceptó mi relevo cuando yo tuve que dejar de tocar justo cuando se avecinaba el XI Congreso Mundial de Saxofón en Valencia.
Mi recuerdo es el de haber vivido con estos compañeros y amigos una experiencia musical apasionante por infinidad de motivos. La parte humana ha sido igualmente enriquecedora y a muchos de ellos sigo considerándolos grandes amigos.
Contextualizando, es necesario recordar que aunque en términos de temporalidad no hayan pasado muchos años, en aquella época el cuarteto de saxofones no era una agrupación instrumental muy desarrollada en España. Recuerdo que en la mayor parte de los lugares en que tocamos durante nuestra primera etapa, muy poca gente había tenido la oportunidad de escuchar en vivo (ni por otros medios de difusión) un cuarteto de saxofones. Por una parte, desempeñábamos el papel de difusores de la música de tradición clásica en general (a través de transcripciones, la española y la europea fundamentalmente); por otra, el de dar a conocer los cuartetos originales emblemáticos, tradicionales y del momento; y por último, la de estimular en los compositores españoles la creación de obras para el grupo, sobre todo por la iniciativa de Miján, que era quien tenía contacto directo con ellos. Fruto de este estímulo surgieron obras de corte contemporáneo cuya estética rompía claramente con la tradición, y otras todavía muy teñidas de elementos tradicionales. Por las dificultades de escucha que este nuevo repertorio generaba en determinados auditorios, recurrimos a comentar previamente las obras con indicaciones que ayudaban a digerir los diferentes ambientes sonoros. Era sorprendente la atención y el interés que el público mostraba durante la audición.
SaxRules: En tu faceta pedagógica has editado dos libros para enseñanzas elementales junto a Jesús Librado. ¿Cómo surgió la idea?
A. L: Tan simple como intentar aportar nuestro granito de arena a un campo absolutamente dominado, sobre todo, por textos venidos en su mayoría de Francia. Lo digo con el máximo respeto y consideración hacia estos, por supuesto. En aquel momento, hace ya más de dos décadas, aprovechando el cambio educativo que impuso la LOGSE, intentamos diseñar un aprendizaje elemental progresivo en el que a través de canciones populares de diferentes comunidades autónomas diéramos a conocer, aunque fuera a muy reducida escala, el folklore propio de estas, junto a canciones inventadas por nosotros (con un guiño al buen humor), además de introducir gradualmente los elementos técnicos y musicales necesarios para hacer efectivo el progreso. Pero la máxima novedad, a mi parecer, estaba en el intento de acercar a los alumnos (desde casi el primer contacto con el instrumento) la música contemporánea a través de piezas propias muy sencillas que permitieran hacer uso de la imaginación utilizando efectos fáciles con el objetivo de suscitar el interés por nuevos elementos y sonoridades. Nos vino muy bien poder probarlo en clase y percibir lo más adecuado antes de plasmarlo en el papel.
En principio fue un proyecto más ambicioso, pero por desavenencias con la editorial y por la falta de estímulo que esto generó, decidimos pararlo. Con el paso del tiempo debimos hacer revisiones y readaptaciones para actualizar la forma y los contenidos, pero no hubo suficiente motivación. Sirva el detalle de que, aun poseyendo los derechos de autor, se llegaron a hacer varias reediciones sin nuestro conocimiento ni permiso.
Me quedo con la experiencia junto a Jesús Librado, enriquecedora al máximo. Aprendimos que plasmar cosas sencillas, muchas veces de apariencia insignificante, conlleva dedicar tiempo y paciencia para plantearse y decidir sobre muchos ángulos de enfoque.
SaxRules: Nombra a las 5 personas que más te han influido en tu trayectoria.
A. L: Es fácil intuir, por lo expresado más arriba con nombres y apellidos, qué personas han tenido una marcada influencia sobre mí. Pero como desde que tengo uso de razón me he considerado un perpetuo aprendiz, no he dejado nunca de añadir nombres a esa lista. Me resulta difícil precisar dónde empiezan, se desarrollan con más o menos intensidad y culminan o se disipan muchas de las influencias que he recibido paralelamente y con posterioridad a las comentadas antes, pero tengo claro que en mi trayectoria personal, inseparable de la musical, he recibido la impronta de intelectuales, filósofos, poetas, artistas de diferentes disciplinas, científicos de distintas ramas, naturalistas, deportistas… En nuestro país he tenido y tengo la de muchos compañeros y amigos veteranos y jóvenes que hacen una labor infatigable por la música y el instrumento. Añado la del canto, la de compositores de prácticamente todas las épocas y la de otros instrumentistas de diferentes especialidades y culturas.
Por otro lado está la innegable influencia de mis alumnos. Termino con la de mi familia, de la que he sentido apoyo y admiración desde pequeño, y sin lo cual no podría haber realizado este recorrido.
SaxRules:¿Tu momento musical más dulce?
A. L: No tengo clara conciencia sobre uno que sobresalga especialmente. He comentado momentos dulces al hablar desde mi infancia hasta los comienzos del profesionalismo y podría añadir algunos como el viaje a Finlandia con la ONE, cuando aprobé oposiciones, los aplausos en algunos conciertos, conocer a algún personaje de la música que idolatras… Pero soy más de saborear a menudo pequeños momentos que pueden darse al escuchar determinadas obras, fragmentos o simples detalles en un concierto en vivo de intérpretes interesantes o de alguna grabación audiovisual, por ejemplo. Me emociona mucho la expresión de felicidad de los alumnos cuando perciben sus progresos o cuando consiguen disfrutar durante una interpretación, o la de los padres cuando expresan el acierto de que sus hijos estudien música. Por supuesto, poder compartir con los alumnos que consiguen dedicarse a la música la pasión que sentimos por ella desde una nueva perspectiva. También con algo tan sencillo como cuando empatizas con alguien, músico o no, hablando de las sensaciones que transmite la música.
SaxRules: En la actualidad hay muchos antiguos alumnos tuyos mostrando un altísimo nivel, lo que evidencia el gran trabajo que haces desde el Conservatorio de Amaniel. Háblanos de tu experiencia docente.

A. L: Claro es que no estoy aquí para descubrir, ni siquiera enumerar, los paradigmas de la enseñanza, de la interpretación o del conocimiento musical en torno al saxofón. La docencia es una actividad humana compleja en la que intervienen infinidad de elementos diversos, con particularidades que requieren un análisis que obviamente no puede abordarse en una entrevista de estas características.
Directamente prefiero dar el protagonismo a los alumnos, por lo que, si me permites, Rafael, desde aquí les dedico mi humilde homenaje. Por supuesto, advirtiendo previamente a los lectores que hayan tenido el coraje de llegar a estas alturas, que si lo que hasta ahora han leído no ha sido de su interés, a partir de ahora puede que lo sea aún menos, por lo que este podría ser ser un buen momento para abandonar definitivamente la lectura del texto.
Entiendo que nosotros somos profesionales remunerados precisamente para cumplir con nuestro trabajo y son los alumnos quienes sacrifican voluntariamente su tiempo y su energía en este proceso. Pienso sinceramente que cuando se dan a conocer, cuando se someten a cualquier tipo de audición, son ellos los que se suben al escenario a batirse el cobre poniendo a prueba sus aptitudes y conocimientos, intentando a la vez templar los nervios. Así lo hicimos previamente nosotros.
Este es un reconocimiento basado en la experiencia musical con ellos, pero inevitablemente unida a la vertiente humana. Quizás sea atípico que los profesores pongamos en valor a los alumnos, además de a nosotros mismos, pero a lo largo de mi andadura por el conservatorio los alumnos han sido muy importantes, diría que determinantes, sobre todo desde mi obligada (y siento que muy temprana) retirada del mundo de la interpretación.
Sería poco realista no admitir que en este tiempo el abanico de vivencias con los alumnos en el marco docente ha sido muy variado y que podría expresarse en un rango emocional que abarca desde lo sublime a lo decepcionante, supongo que tanto para el profesor como también para muchos alumnos. Pero si me he atrevido a llegar hasta aquí, es porque la sensación que me invade es una mezcla reconfortante de gratitud y de deuda hacia ellos. Y no me preocupa que se me abran los poros de la sensibilidad y que se perciba la emoción que siento al hablar teniéndolos en corazón y mente.
Desde los tiempos difíciles en los que comenzó mi forzada orfandad con esta herramienta fundamental, tocar, con largos días en los que interiormente te sientes vulnerable, desprotegido e incluso con muchas dudas existenciales sin ellos saberlo, los alumnos me han ayudado a recuperar la confianza y la seguridad que creía haber perdido. En la mayoría de casos he sentido su aprecio y consideración tanto en el ámbito profesional como en el personal, igual que cuando tocaba, y han sido un motor vital que ha impulsado en mí una casi insaciable necesidad de seguir formándome, de aprender para tener algo que ofrecer. Por tanto, he leído, escuchado y reflexionado sobre música y otras temáticas muy diferentes… Qué pena o qué gozo seguir sintiendo que esto último, aun pareciéndome bastante, sea insuficiente.
Tengo la sensación de recordar con nitidez muchos momentos de nuestra convivencia, aunque puede que esto solo se deba al hecho de que al hacernos mayores tendamos a recurrir cada vez más a los recuerdos gratos del pasado y a desdibujarlos inconscientemente o con plena conciencia a nuestro antojo. No se ve que en estos momentos estoy riendo, porque a pesar del tiempo me sigo sintiendo la mar de joven, y no es una ironía…
No podré olvidar estando en prácticas en “Arturo Soria” a los jovencísimos Juan Clemente y Miguel Ángel Egido, que en aquel momento sentí como dos futuras promesas, o al perseverante Alejandro Morán, o a Víctor Cascallar con ese optimismo y sus ganas de aprender. A Ricardo Mateos o a Jesús de la Fuente, un adulto que me superaba en unos cuantos años de edad, del que sentí su confianza y amistad. Recuerdo la etapa de Mario García, Kenny Talkowski, Gregorio Galán, profesor de latín con un sutilísimo ingenio para pensar y expresarse, y del talentoso Héctor Ruano, quienes consiguieron trabajar un cuarteto que, dentro y fuera del centro, parecía llenarles la vida. Cómo no acordarme de Óscar Repáraz con su inteligencia y dulce timidez, de Jaime Manzano, del canario Diego Frugoni, quien sentía una curiosidad casi microscópica por la música. Me acordaré siempre de Fermín Melgar, asturiano y viajante apasionado por la música y por la vida; de Domingo Oliver, sencillez y poderío incluso con las baquetas en su batería, y de Marta Martínez y Beatriz Tirado, por cuya iniciativa entusiasta asistimos a muchos conciertos donde escuchamos a renombradas figuras internacionales de distintas especialidades instrumentales y géneros musicales. Estos cuatro últimos consiguieron un primer premio en el concurso de Intercentros Melómano en la modalidad de música de cámara. Beatriz consiguió posteriormente en su etapa del superior otros primeros premios muy importantes. Siempre tendré presente a Álvaro Arias, a quien desde el comienzo he admirado por su nobleza y por ser un ejemplo de constancia y superación que le han permitido ser un músico con una proyección encomiable. Recuerdo más recientemente a los valientes gallegos Nerea Crespo y Adrián Piñeiro, que en un suspiro tuvieron que dejar su tierra para buscarse la vida en Madrid y donde hiciera falta después. También a Pablo Fernández, a Diego Garrigo, que por mala fortuna se cayó y se levantó mil y una vez sin perder la fe, y que junto a Carlos Ordóñez formaron un curioso terceto que también fue premiado en concursos. Lo de Carlos ha sido un sueño tan dulce como efímero por lo rápido que pasó el tiempo en el conservatorio. Ahora es una auténtica realidad que no necesita presentación y con un camino absolutamente prometedor. Lo quiero y querré como si fuera un hijo, entre otras cosas, porque lo conozco desde el mismo día en que nació.
A todos ellos, incluso a los que no aparecen aquí y por supuesto, a los alumnos actuales por los que siento gran aprecio, a los que estuvieron poco tiempo o no llegaron a la última estación, o a los que no les sirvió la experiencia, mi más sincero agradecimiento.
SaxRules: Muchísimas gracias Ángel.